Numerosos experimentos llevados a cabo con animales de experimentación vienen poniendo de relieve la importancia de la corteza cerebral en la sexualidad. La conclusión más importante de estos estudios en los que se ha intentado explorar las relaciones entre la corteza cerebral y el comportamiento sexual, es que precisamente en esta zona del cerebro es donde se realizan las funciones que están más en relación con los estímulos psíquicos y ambientales.
La corteza cerebral, según estas teorías sería una de las principales zonas anatómicas responsables de las repercusiones que los estímulos sensoriales y psíquicos tienen sobre la actividad sexual del hombre.
La corteza está íntimamente conectada con el hipotálamo, a través del cual se relaciona con la hipófisis, con la médula espinal, con otras estructuras nerviosas, con las glándulas endocrinas y con el aparato genital, también se relacionan muy directamente con el sistema límbico; de este modo la corteza recibe y elabora la información que le llega, y a su vez remite órdenes e información al resto de las estructuras nerviosas, influyendo notablemente en muchos aspectos de la respuesta sexual.
Estas conexiones son en alguna medida las que explican la gran influencia de diversos factores psíquicos en la respuesta sexual, por lo que la corteza es una de las zonas cerebrales más directamente implicadas en los trastornos de la sexualidad de origen psicosomático.
Cuando la persona se encuentra en condiciones óptimas desde el punto de vista psicológico, ambiental, general, se encuentra relajada, despreocupada, sin conflictos en la esfera de la sexualidad, es más probable que la actividad sexual sea satisfactoria. Por el contrario, algunos factores como la ansiedad, el miedo, preocupaciones, estrés, ciertos sentimientos y emociones, la depresión, se elabora a través de la corteza cerebral y pueden ocasionar graves disfunciones sexuales.