La ira, como toda emoción, tiene su función y papel evolutivo, con lo que es totalmente natural. Sin embargo, en ocasiones algunas personas sienten que la ira se apodera de ellos de modo que se dejan llevar por esa emoción reaccionando de manera impulsiva, dando lugar a ataques de ira.
Los pacientes con dificultades en la gestión de la ira actúan en su presencia de manera que les supone un coste elevado tanto en la imagen de cómo quieren ser, como en sus relaciones personales, como en otras áreas importantes de su vida.
Algunos casos donde comúnmente se puede sentir ira son cuando uno percibe que está siendo tratado de manera injusta, ante situaciones que generan impotencia, cuando la persona se siente atacada directamente o a algo / alguien importante para ella, o ante la frustación de no poder lograr algo realmente importante o deseado.
Las personas con problemas de ira, pueden sentir esta ira en la misma medida que cualquier otra persona, pero en ese momento no cuenta o no logra contactar con los recursos necesarios para gestionarla de un modo que no sea destructivo y/o violento.
Eso genera que ante ciertas situaciones puedan darse ataques de ira en los que tanto el paciente como su entorno se ven perjudicados.
Como mencionábamos la ira es una emoción más que no es problemática de por sí. La manera en que se gestione y cómo se responde a ella si puede llevar a conflictos y situaciones problemáticas, afectando a uno mismo y las personas cercanas. Algunas señales típicas entre las personas con ataques de ira son:
- Sentirse irritable con facilidad y responder de forma agresiva de manera desproporcionada
- Sentimientos de culpa o vergüenza por lo hecho o dicho durante el ataque de ira
- Poca capacidad de resolver conflictos y habilidades comunicativas de manera asertiva
- Baja predisposición a sentir malestar
- Evitación de situaciones en que se podría experimentar ira
Terapia para ataques de ira
Los ataques de ira suelen conllevar consecuencias negativas tanto para la propia persona como para aquellos con que se relaciona, lo cual en ocasiones generará un deterioro en las relaciones sociales de la persona. Al mismo tiempo, la incapacidad para autoregularse internamente de manera eficaz puede despertar sentimientos de tristeza, vergüenza, inseguridad o baja autoestima.
La terapia psicológica irá dirigida a facilitar el autoconocimiento, detectar qué señales indican que aparece la ira, y qué estrategias se están utilizando cuando ella aparece. Es habitual que cuando la ira aparece las estrategias de afrontamiento aplicadas no sean las más eficaces, generando un efecto bola de nieve que va en incremento hasta que llega la explosión de ira. Es por ello importante poner en práctica estrategias de gestión emocional que puedan ser más útiles para relacionarse con la ira de una manera que no resulte destructiva, y que permita a la persona seguir siendo quien le gusta ser, actuando de la manera que le gustaría.
La terapia para los ataques de ira basada en la Terapia de Aceptación y Compromiso ayuda a las personas que acuden a consulta a crear un espacio y perspectiva entre uno mismo y las emociones o pensamientos que se están sintiendo.
De este modo se debilita la fuerza de la ira para que no se apodere del comportamiento a través de ataques de ira, si no que la persona pueda observar cómo se encuentra, y elegir de qué manera responder a cada situación atendiendo no solo a la urgencia del momento presente, si no también a sus intereses a medio y largo plazo.
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Los pacientes que residen en el extranjero pueden encontrarse bajo circunstancias que en muchas ocasiones agravan sus síntomas o su malestar: disponen de menos arraigo y vida familiar o social, pueden sentirse más solos, tienen que adaptarse a horarios, costumbres y culturas muy diferentes, etc., lo cual puede ser factor de riesgo para problemas psicológicos. De hecho, algunos pacientes presentan un trastorno adaptativo al tener que residir en el extranjero.
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