Estrés y Obesidad
La relación que existe entre el estrés y la obesidad es mucho mayor de lo que en un principio nos podríamos imaginar. Generalmente, ante una situación comprometida o estresante el cuerpo aumenta la producción de ACTH (corticotropina) y de cortisol, la cual a su vez propicia una mayor liberación de glucosa por parte del hígado (gluconeogénesis) y de ácidos grasos procedentes del tejido adiposo, de este modo contamos con los suficientes sustratos energéticos para hacer frente a dicha situación; una vez resuelta, los niveles volverían a la normalidad.
Pero cuando la situación estresante es mantenida en el tiempo se propiciaría una serie de alteraciones que podrían llevarnos de cabeza, en primer lugar, al sobrepeso y luego más tarde a la obesidad, la cual, además tiene la capacidad de retroalimentar dicho estado. Efectivamente, ante una situación estresante los niveles de cortisol segregados suelen ser proporcionales a la cantidad de tejido adiposo que se posea, resultando muy difícil salir de esta espiral una vez alcanzado un cierto sobrepeso, como veremos a continuación.
¿cómo puede inducir la obesidad el estrés?
Pero, ¿cómo puede inducir la obesidad el estrés?. Bueno, el estrés hace que se aumenten los niveles de cortisol en sangre, el cual tiene la facultad de inhibir algunas hormonas como la GnRH (Hormona liberadora de gonadotropina) , GH (Hormona del Crecimiento), TRH (hormona liberdadora de Tirotropina) y TSH (tirotropina); esta menor concentración de GH y TSH sugiere una mayor tendencia al sobrepeso, la primera por anulación de la acción lipolítica de dicha hormona; y la reducción de la TSH propiciaría una reducción del metabolismo, además el cortisol también parece deprimir la función de la enzima 5′ deiodinasa que es la encargada de convertir la hormona T4 que es parcialmente activa en la T3, totalmente activa. Pero además de la inhibición parcial de esta serie de hormonas que favorecerían un ambiente adiopogénico, habría otra hormona involucrada en el metabolismo energético que igualmente sería disminuida por el cortisol, me refiero a la leptina, en este sentido, el descenso de los niveles de leptina darían una información sesgada al cerebro de las verdaderas reservas de tejido adiposo. La leptina es una hormona que induce a nivel central una serie de transformaciones tendentes a reducir la ingesta y aumentar el gasto. Si la información que recibe el hipotálamo no se corresponde con la realidad, la respuesta será ajustada a esa falsa información, interpretándose por ello que existe una menor cantidad de tejido adiposo del que en realidad se tiene, esta inhibición de la leptina finalmente propiciaría igualmente el aumento de nuestro tejido adiposo.
Esto significa que una persona que padece estrés crónico estaría más condicionado que una persona sin estrés a aumentar su tejido adiposo. Pero además el estado de obesidad, cuando es alcanzado, es perpetuado, precisamente, por el desajuste del eje HHA (hipotálamo-hipófisis-adrenal), donde los niveles de cortisol siempre estarían regulados al alza, lo que implicaría una mayor tendencia a la obesidad abdominal, la cual además, sobreexprea dos enzimas claves en el proceso adipogénico la aromatasa, que disminuyen los niveles de testosterona y aumenta los de estrógenos, y la 11ß HSD-1, que recicla la cortisona (inactiva) en cortisol, complicando aún más este proceso.
En resumen, el estrés crónico es una situación que puede conducirte progresivamente al estado de obesidad, ahora bien, disminuir nuestro tejido adiposo no puede ser llevado a cabo si antes no se logra desactivar, precisamente, el eje HHA, y reducir así, los altos niveles de cortisol en sangre. Vale, ¿y como disminuimos el estrés?. Podríamos decir que relajándonos, ¿verdad…?, esto quiere decir, que si realizamos de manera controlada y constante sesiones de relajación-meditación podríamos llegar a perder el peso superfluo, ¿verdad?, me temo que NO; la cosa no es tan sencilla. Está claro que si los niveles elevados de cortisol se asientan como una posible causa de nuestro sobrepeso, silenciarlos traerá, al menos, un ambiente hormonal más proclive a la pérdida de peso, pero sin duda no será suficiente. Además de gestionar nuestro estrés para disminuir el cortisol, debemos reducir las calorías y aumentar el gasto. Entonces, ¿ya tenemos los tres pilares más importantes?,sí, relajación, ejercicio y dieta. Pero nuevamente, la excesiva simplificación podría añadir nuevos problemas…Todos debemos saber que la dieta y la actividad física pueden por sí misma ser un foco de estrés muy importante. Está claro que realizar ejercicios de relajación resultará positivo para disminuir el cortisol y así incentivar la pérdida de peso, pero si el ejercicio físico realizado y nuestra nueva dieta no están perfectamente planificada podrían elevar la tensión nuevamente de nuestro organismo.
Efectivamente, cualquiera que sea la dieta que hagamos nunca debería ser excesivamente reducida en calorías, y tampoco muy baja en hidratos, porque los bajos niveles de glucosa en sangre, propiciados por la restricción calórica o la implementación de ayunos, podrían perpetuarnos en el sobrepeso, precisamente por la elevación de los niveles de cortisol, y aunque realmente tengamos una voluntad de hierro para continuar con ese déficit calórico y restricción hidratos de carbono, el resultado no sería el que nos hubiese gustado..; habría que añadir que el aumento de la gluconeogénesis hepática, principalmente a expensas de los aminoácidos musculares y la redistribución grasa, con una mayor acumulación en la zona abdominal, nos dejaría un aspecto, en definitiva, bastante antiestético, pero además con muchas papeletas para sufrir “el efecto rebote” en cualquier momento. La reducción de nuestro tejido adiposo debe ser progresiva, y no se debería empezar a realizar con versiones bajas en hidratos o ayunos intermitentes hasta que no haya pasado un tiempo prudencial; a medida que vamos perdiendo el tejido adiposo, estaríamos más capacitados para proseguir con el proceso de pérdida, tal vez reduciendo algo más los carbohidratos, y realizando algunos días de ayunos de 16 horas, por ejemplo.
Pero lo dicho con la dieta podría ser de aplicación a lo realizando con el ejercicio físico. El exceso de actividad física, o el entrenamiento extenuante podría originar un exceso de cortisol que se opondría, como ya hemos visto, al proceso de pérdida de grasa. Por tanto, el ejercicio aeróbico suave, y la alta intensidad breve y esporádica es la única forma de mantener unos niveles controlados de este glucocorticoides, evitando la alteración hormonal que conlleva.
Ahora bien, el aumento de colesterol experimentado por algunos, podría ser perfectamente explicado precisamente por la elevación del cortisol, que a su vez podría derivar del tándem: encarnamiento extenuante y dieta restrictiva. Esto es algo que ha podido ser comprobado en algunos estudios, en los que se pudo ver que un entrenamiento exigente, junto a una dieta hipocalórica (1000-1200 kcal/día) y la falta de sueño (otro factor estresante), y a pesar de lograr disminuir la masa grasa corporal, hubo una serie de colaterales como fueron: descenso de los niveles de testosterona, de IGF-1(Factor de crecimiento similar a la insulina), y de hormonas tiroideas, mientras que el colesterol aumentó 158 ± 31 a 217 ± 39 mg/dl, esto en definitiva, nos sugiere que en el largo plazo, nos acercaría, sin duda, al sobreentrenamiento, a la pérdida de masa muscular, a la redistribución de la grasa de predominio abdominal, y a una serie de efectos deletéreos en nuestra salud.
Podemos decir, a modo de resumen, que el estrés emocional si no es canalizado adecuadamente puede conducirnos con el tiempo al sobrepeso y a la obesidad, debido a la alteración hormonal que ocasionan los niveles elevados de cortisol (hormona del crecimiento, leptina, testosterona, IGF-1, etc,)en esta situación, revertir el sobrepeso requiere precisamente actuar sobre el agente causante, pero la propia dieta y el ejercicio físico suponen un estrés añadido que podría dinamitar completamente el proceso de pérdida de peso (hay más situaciones estresantes, entre ellas, la falta de sueño). Es por ello, que debemos actuar con sumo cuidado, siendo poco restrictivos al principio para ir aumentando los efectos de la dieta y el ejercicio a medida que somos capaces de disminuir el sobrepeso y controlar el estrés emocional que siempre estará presente.