Cuando el Vaginismo y las fobias sexuales van de la mano.
En pocas palabras y a modo de introducción de este y los siguientes artículos haremos un breve resumen.
Suele ser frecuente la dificultad diagnóstica de las fobias sexuales con el vaginismo, pues los ginecólogos tratantes no suelen estar entrenados para diagnosticar una fobia, y los psicólogos a su vez no están entrenados para diagnosticar los signos de un vaginismo o una dispareunia. El especialista en Sexología o Sexologo es el más preparado en la evaluación, diagnótico y tratamiento de las fobias sexuales. De allí la importancia del tema.
Realizamos una detenida descripción de las fobias sexuales, que son mejor estudiadas desde la psiquiatría y también desde la sexología. Consideramos de crucial importancia que quienes tratan el vaginismo, ginecólogos en su mayoría, se instrumenten en forma adecuada para el diagnóstico y tratamiento de las fobias sexuales. Este trabajo pretende establecer los criterios básicos para efectuar diagnósticos diferenciales claros y útiles, para lo que se utiliza una bibliografía seleccionada de uso en el campo médico – psicológico de varias especialidades.
Las Fobias Sexuales. Introducción.
Las fobias sexuales no aparecían entre las disfunciones sexuales, hasta que el DSM III R (1988) primero y el DSM IV (1995), después las ubicó entre los trastornos por aversión al sexo, en el mismo ítem de los trastornos del deseo sexual, o Deseo Sexual Hipoactivo.
Pero Kaplan (1985, 1989) consideraba que en todas las disfunciones sexuales se encuentra cierto grado de evitación y fobia sexual, y que se trata de un trastorno de suma importancia, pues si no se trataba previamente, poco se podía hacer con los ejercicios sexuales. No obstante ello, Masters y Johnson (1972) habían logrado revertir el vaginismo en un 90 % de sus pacientes, aun sin tratamiento de las fobias concurrentes, si es que se diagnosticaban, y no le dieron mayor importancia a este cuadro aversivo.
Es verdad que hace 30 años los tratamientos disponibles para las fobias eran muy limitados, sobre todo a nivel farmacológico, y las técnicas comportamentales no se habían ocupado de los problemas sexuales con éxito, como ninguna otra terapia, hay que reconocerlo.
El problema de la fobia sexual se complejiza más cuando vemos que en un 25 % de los casos se acompaña de un trastorno de angustia, o de ataques de pánico, que aparece cada vez que la paciente se expone a la situación –en este caso sexual- que le provoca temor.
Vaginismo. Evaluación y diagnóstico
Pero veamos los aspectos prácticos del problema de este artículo. El vaginismo es de todos conocido, pero ya Masters y Johnson (1972) establecieron que se trataba de uno de los únicos trastornos sexuales de la mujer que no podía ser diagnosticado solo con el interrogatorio. “No puede establecerse un diagnóstico de vaginismo sin el apoyo clínico especifico que solo puede proveer un examen pelviano directo”. En otras palabras, mediante el tacto vaginal por parte de un ginecólogo experimentado.
Y qué es lo que debe buscarse en el tacto vaginal? Primero, la postura en la mesa ginecológica demuestra la contractura de los músculos de miembros inferiores, con tendencia a juntar las rodillas. Segundo, hay un trepamiento de en la camilla, y se toma fuertemente del borde de la camilla con las manos. Haslam (1980) señala que el examen presenta un trípode característico:
1. Espasmo involuntario de los músculos perineales
2. Arqueamiento de la espalda con hiper-lordosis y
3. Contracción de los aductores de los muslos.
La vagina está dirigida hacia abajo, apuntando a la cama, cuando en posición normal se dirige hacia arriba y adelante. Al intento de tacto vaginal, aparecen las reacciones corporales ya señaladas y hasta puede levantarse de la mesa ginecológica con gran ansiedad. En caso de permitir el examen ginecológico, el intento de penetración con el dedo se ve impedido por la contractura de la musculatura perivaginal, que se vuelve cada vez más dolorosa.
Es en estos casos que se confunde el vaginismo con una dispareunia superficial, porque el cortejo sintomático, si no es igual, es muy parecido. Pero al examen externo puede comprobarse la inexistencia de inflamación, tumor u otro elemento que haya sospechar una patología orgánica. La situación está planteada. Ahora el sexólogo clínico debe efectuar el análisis del caso para llegar al diagnostico positivo y al diagnostico diferencial entre fobias sexual, dispareunia o vaginismo. O las tres cosas. O dos diagnósticos concurrentes. O simplemente un vaginismo.
Este diagnóstico adquiere gran importancia, porque si se trata sólo de un vaginismo leve, moderado o severo, como ya lo dijimos, puede haber sido acompañado de todo ese cortejo sintomático. Pero la diferencia estriba en que será posible aplicar técnicas de desensibilización de la terapia sexual, mediante la introducción de los dedos, la dilatación digital del himen cuando fuere necesario, y luego la familiarización de la paciente con su pelvis y sus genitales, tomar conciencia de su vagina y en sesiones sucesivas y rápidas, se puede lograr la penetración peneana por parte de su pareja. No entramos en detalles de este aspecto que corresponde a la terapéutica del vaginismo, pero si es posible, tendemos a confirmar el diagnóstico de vaginismo.
Vaginismo vs Fobia a la penetración
Si se trata de una fobia a la penetración, específica, seguramente tendrá los mismos síntomas evitativos, pero si no hay vaginismo, tampoco habrá dolor, y esta es una gran diferencia. Puede existir temor al dolor, pero no dolor propiamente dicho. Téngase en cuenta que el temor fóbico lleva a adoptar a la paciente conductas antálgicas, como designamos en Medicina a estas conductas que evitan la exposición al dolor- que simulan un vaginismo completo. Puede haber contractura de los músculos perivaginales, pero dejan penetrar un dedo y rápidamente dos, siempre que la paciente no agudice su cuadro fóbico y se instale un ataque de pánico, o trastorno de angustia- caso que impedirá cualquier acercamiento al orificio vaginal. También puede levantarse de la camilla, vestirse rápidamente y salir corriendo del consultorio. En los casos de fobias, la paciente ‘huye’ de la camilla ginecológica” dice Gindin (2003) Esto no suele pasar en el vaginismo.
El cuadro fóbico suele presentar síntomas físicos, no genitales, sino a nivel cardiovascular y neurológico: palpitaciones, taquicardia, taquipnea, mareos, cefaleas, inestabilidad, ahogos, desfallecimiento, sentimiento de irrealidad o despersonalización. Incluso relatan sensación de muerte inminente, amnesia y pérdida real de conocimiento. La constante es que quieren escapar del trance. La mujer vagínica acepta el examen ginecológico, pero todo intento de tacto culmina en abandono por parte del ginecólogo, por contractura dolorosa de los músculos pelvianos. Recordemos que cuanto más se demora la penetración, se facilita la aparición del dolor, ya que la contractura que recién se instala con todo intento de penetración con espéculo, dedo o pene, es tónica, llegándose a la liberación de ácido láctico entre las fibras musculares lo que estimula las terminaciones al dolor. Una característica de la mujer vagínica, es que cuando lo indicamos, puede efectuar autopenetraciones digitales durante el baño, de manera sorpresiva. Algo imposible en una fobia sexual.
Fobias Sexuales según autores relevantes de la Sexología
Kaplan (1989) señala tres grados de fobias sexuales. Las fobias sexuales moderadas, pueden llegar a superar la ansiedad anticipatoria y la evitación, se serenan y pueden disfrutar de una relación sexual completa, con penetración y hasta llegar al orgasmo, del cual disfrutan momentáneamente. Pero la situación general que las rodea es de incomodidad y reaparece el temor incontrolable.
Los cuadros de fobias sexuales más severas, su ansiedad es inhibitoria de las sensaciones sexuales y no pueden mantener una relación sexual. Cuando pueden apartar sus ideas de lo erótico, pueden tener relaciones, aceptan la penetración automáticamente y gozan del placer de su compañero o se irritan frente al mismo.
En tercer lugar, la paciente angustiada no puede desprenderse de su conflicto fóbico, se limita a soportar lo mejor que puede la situación, y compara lo que hace, por ejemplo aceptar la penetración, a someterse al torno de un dentista, como a una tortura, y desea que termine lo antes posible.
Por último, las mujeres que padecen de fobias sexuales con crisis de pánico, sienten asco, temblores, repugnancia y aprensión cuando las tocan y pueden llegar al vómito. No toleran el contacto físico con su pareja aun fuera de las situaciones eróticas. Este es otro elemento típico a tener en cuenta para diferenciarlo del vaginismo puro. El cuadro dura horas o días. Y si llegan a mantener relaciones sexuales, se sienten violadas y ultrajadas.
Es verdad que hay mujeres portadoras de una fobia a la penetración, o al pene, a la tentativa de penetración, a la actividad heterosexual, a las secreciones como el semen, al fracaso o a perder el control, a los besos o tocamiento de los senos, a estar desvestida o al placer en sí, y puede adoptar conductas de evitación coital que es una de las causas del matrimonio no consumado, por su persistencia y gravedad.
Es muy claro que el segundo diagnóstico diferencial del vaginismo es la dispareunia, superficial, media o profunda. Pero es en estos casos en que el ginecólogo experimentado puede efectuar el diagnóstico, siempre que se permita la colocación del espéculo y el examen digital.
Cuando la resistencia al examen es total, y hay sospechas de una lesión inflamatoria o tumoral, se efectúa el examen bajo anestesia. Pero no suele ser necesario.
Crenshaw (1985) demostró que las aversiones secundarias son más comunes en mujeres y siempre va acompañada de conflictos emocionales y en torno al amor. En cambio, en varones las aversiones sexuales suelen ser primarias y vinculadas con graves cuadros psicopatológicos. Aquí nos interesa ver la evolución de estos cuadros en mujeres.
El comienzo del rechazo suele ser insidioso, progresivo, con resistencias y exigencias cada vez mayores, abandono de actividades hasta llegar a la ausencia de relaciones sexuales. El cuadro es muy parecido al deseo sexual hipoactivo. Pero aquí lo que predomina es la fobia, la angustia y la repulsión hacia la pareja.
Esta disquisición clínica y diagnóstica nos permite tratar las fobias sexuales y la angustia, antes de hincar la terapia sexual del vaginismo. Hay tranquilizantes como el alprazolam y el clonazepam, que son de elección para los síntomas de angustia, y para las fobias mismas. Los antidepresivos Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina, como al fluoxetina, la sertralina, la paroxetina, la fluvoxamina y el citalopran, son útiles por su acción farmacológica sobre las fobias y las obsesiones, así como sobre la depresión y ciertos tipos de ansiedad. Dados los efectos inhibitorios sobre el deseo sexual, casi todos ellos, e inhibitorios del orgasmo sobre todo la sertralina y la paroxetina, se puede indicar la mirtazapina por tres meses. Mientras se aplican las técnicas de terapia sexual y de psicoterapia posterior, si es necesario.
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