En los países industrializados, prácticamente la mitad de la población sufre sobrepeso y casi una tercera parte obesidad.

En los países industrializados, prácticamente la mitad de la población sufre sobrepeso y casi una tercera parte obesidad. La obesidad está aumentando en todo el mundo y tal tendencia alarma ya a las autoridades de salud debido a su asociación con enfermedades como la diabetes tipo 2, las cardiopatías, la hipertensión arterial, ciertos cánceres y la disminución de la esperanza de vida, todas las cuales implican un aumento del costo social.

Se sabe que la obesidad tiene que ver con otras patologías somáticas y fisiológicas, como los problemas de fertilidad, la osteoartritis, las disfunciones causadas por la exclusión social, los problemas del sueño o el mal funcionamiento del sistema respiratorio.

En particular, los problemas sexuales que tienen que ver con la obesidad se observan en hombres y mujeres y pueden tener un origen psicosomático u orgánico como consecuencia de las enfermedades derivadas de dicha obesidad. No hay evidencias de que la disfunción sexual la origine, pero sí de que hay una estrecha relación entre obesidad y disfunción sexual.

Los estudios de casos de obesidad y disfunción sexual aparecen especialmente en hombres con disfunción eréctil. Ésta se define como la inhabilidad de mantener suficientemente la erección del pene para lograr la actividad sexual. Para declarar dicha inhabilidad, es necesario que la falta de erección persista durante el transcurso de por lo menos tres meses. Dicho padecimiento puede tener un origen orgánico (vascular, neuronal, anatómico y endocrinológico) o psicogénico.001159888

La definición de la disfunción sexual femenina incluye trastornos persistentes o recurrentes del interés sexual o el deseo sexual, desórdenes subjetivos, patologías orgánicas, dolor y dificultad para intentar o completar el acto sexual. Se ha debatido mucho sobre el término “disfunción sexual femenina”, pues no hay acuerdo si se le debe clasificar al igual que la disfunción eréctil, o si se le debe considerar como una condición patológica. Los clínicos la estudian como un desorden en la excitación o deseo.

Trastorno de Excitación Sexual

El desorden femenino en la excitación sexual se detecta en mujeres que tienen problemas genitales, disfunción sexual subjetiva o una combinación de ambos. La falta de un diagnóstico más específico influye en el cuadro clínico de evidencias, que muestra que hay una mayor prevalencia de la disfunción sexual femenina que de la masculina. Por ejemplo, los estudios epidemiológicos en Estados Unidos reportan que la disfunción sexual es más frecuente en las mujeres (43%) que en los hombres (31%), y que 20% de mujeres y 10% de hombres han acudido con el médico debido a ese padecimiento.

Los reportes de estudios epidemiológicos realizados en países europeos y de Estados Unidos, mismos que relacionan la prevalencia de disfunción eréctil con el peso corporal, ofrecen evidencias de que el grupo de personas con peso normal no sufre problemas de erección. No obstante, 41% de la población estudiada de hombres con sobrepeso manifiesta una disfunción eréctil moderada o completa, pero en los hombres obesos la correlación es prácticamente total.

Una comparación realizada entre sujetos obesos y delgados, tomando en consideración algunos factores de sesgo (como fumar, hacer deporte, consumir alcohol, sufrir niveles elevados de colesterol, tener edad avanzada o tomar medicamentos antihipertensivos), revela una asociación positiva de los obesos con el desarrollo de la disfunción eréctil.

La asociación entre disfunción eréctil y obesidad, edad e hipercolesterolemia, muestra una tendencia positiva y lineal entre una grave o completa disfunción eréctil, la falta de actividad sexual y el incremento del índice de masa corporal.

La evaluación de obesidad como factor de riesgo de enfermedades coronarias la relaciona significativamente con la disfunción eréctil, independientemente de la edad y del nivel de colesterol de la persona. Adicionalmente, al ajustar los datos con la edad, se nota una tendencia lineal positiva entre el desarrollo de la disfunción eréctil y la falta de actividad sexual, mientras que la impotencia no se relaciona con el índice de masa corporal. La disminución de la masa corporal y el aumento de la actividad física en los sujetos estudiados muestra que hay una relación positiva entre el mejoramiento de las funciones y la satisfacción sexual. Al bajar el peso, las mujeres reportan un aumento significativo de la percepción sexual y una mejoría de la satisfacción sexual.

Varias dificultades sexuales pueden originarse por la obesidad, tanto en el hombre como en la mujer.

En ambos géneros se incluye la dificultad para lograr el orgasmo, o su falta, la disminución en la frecuencia de las relaciones sexuales, la mengua del deseo sexual y la incapacidad para percibir la satisfacción. Los factores fisiológicos que afectan la disfunción eréctil en la obesidad no necesariamente interfieren con la fisiología de la disminución del deseo sexual o la satisfacción de la relación sexual.

El estrés, la depresión y la baja autoestima debida a la mala imagen de su cuerpo pueden afectar el deseo sexual en ambos sexos. Hay evidencia de que la reducción del peso corporal, sobre todo en las mujeres, implica un aumento del deseo y de la satisfacción sexual.

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Varios de los mecanismos biológicos pueden vincular la obesidad con la disfunción sexual.

Los mecanismos potenciales incluyen la disfunción endotelial –que muestra una menor relajación de las fibras musculares lisas–, el síndrome metabólico y la diabetes, una función hormonal alterada (las mujeres obesas muestran una mayor producción de andrógenos, al contrario de los hombres obesos), el nivel sérico de grasas, los problemas sociales y psicológicos, el cese completo de la señal respiratoria (apnea) y otras incapacidades físicas.

El hábito de fumar, la ingesta considerable de alcohol, una dieta de baja calidad y el sedentarismo también influyen en el desarrollo de la disfunción sexual, siendo a la vez factores de la obesidad.

La actividad física y un bajo nivel de lípidos mejoran la circulación sanguínea y la vascularización de los órganos sexuales.

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