Para comprender los problemas sexuales hay que partir de la concepción de la sexualidad como una facultad con componentes psicológicos, biológicos y sociales. De hecho, el malestar puede afectar a la respuesta física, al equilibrio psicológico, e incluso a las relaciones sociales. Este último aspecto suele chocar, pero son muchos los hombres con disfunción eréctil o eyaculación precoz que se sienten muy incómodos cuando su grupo de amigos habla de sexo, lo que les lleva a temer y esquivar los encuentros distendidos.
No en todas las personas las repercusiones son las mismas y no todos los problemas sexuales tienen las mismas causas. Los hay que afectan de manera clara a la función orgánica, derivados de enfermedades o consumo de fármacos u otras sustancias, y otros de contenido más psicológico, producto de una escasa y muchas veces inadecuada educación sexual. También las circunstancias no controladas y estresantes juegan su papel, puesto que estos problemas sexuales son mecanismos de adaptación para rebajar la ansiedad.
Parece mentira que ocurra, pero vivimos en una sociedad en la que el sexo todavía puede ser considerado como algo feo y sucio, del que apenas se habla de forma sensata.A veces tenemos que recordar que somos muchos millones de personas en el mundo, que todos o casi todos, si excluimos la fecundación asistida, hemos nacido de un coito, del contacto de los genitales masculinos y femeninos. Nuestra reproducción es, por tanto, sexual, aunque la sexualidad, algo saludable e intrínseco al ser humano, no está restringida a la reproducción, por importante que ésta sea. Es también una forma privilegiada de comunicación, tanto entre personas de distinto sexo, como del mismo, e incluso procura el contacto con uno mismo. El sexo proporciona placer y satisfacción y está relacionado con una vida saludable, tal y como la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha encargado de promulgar.
Los sexólogos William Masters, Virginia Johnson y Robert Kolodny listaron algunas de las formas que suelen bloquear el erotismo. Para realizar esta guía las hemos ampliado y revisado, según nuestra experiencia clínica:
- La costumbre de tener relaciones sexuales “sólo en el momento oportuno”.
- La falta de privacidad.
- Los límites que imponen el tiempo y el cansancio, y ser incapaces de incluir en nuestra “agenda” los encuentros eróticos.
- Hacerse único responsable de la relación, pensar que el placer del otro depende solamente de mí.
- En el otro extremo, no tener al otro en consideración. “Voy a lo mío y no comparto”.
- La actitud de enfrentarse a la relación sexual, en lugar de disfrutar de la relación sexual.
- Creer que la satisfacción sexual es sólo para gente joven y atractiva.
- Pensar, distraerse o preocuparse durante el acto sexual.
- Estar enfadado con la pareja, sin decírselo, pero actuando en consecuencia, destilando malestar.
Estos y otros elementos bloqueadores del erotismo pueden evolucionar a situaciones de mayor severidad, y derivar en problemas sexuales que inciden de forma negativa en el deseo, la excitación o el orgasmo/eyaculación.
Los problemas sexuales se pueden clasificar por su aparición. Así, se denominan “primarios” cuando están presentes desde el inicio de la vida erótica. Se habla de problemas sexuales secundarios cuando aparecen después de un período de funcionamiento adecuado. Por su etiología principal, los problemas sexuales pueden ser sobre todo orgánicos, fundamentalmente psicológicos o tener una base sociocultural. En todos los casos, los factores biológicos, psicológicos y sociales tienen su importancia, puesto que se relacionan entre sí. Pero es muy importante delimitar bien la causa para realizar un tratamiento adecuado y efectivo.
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